NURIA Y HÉCTOR. Texto Roxana Popelka y X-C. Imágenes de Natalia Pastor

NURIA Y HÉCTOR


Nuria y Héctor acaban de hacer el amor.
Héctor se levanta, va al cuarto de baño.
Nuria levantándose, se prueba los pantalones de Héctor, le quedan grandes, también se prueba su camisa.

Héctor entra en la habitación y la descubre mirándose en el espejo del armario con su camisa de dragones, se ríe con la felicidad que le da el verla sonreír en el espejo. No hacía mucho que se habían conocido, pero el tiempo se había detenido. Se abraza desnudo a ella y le da un beso en la nuca, ella le empuja hacia atrás y caen en la cama. Se entabla un pequeño combate que acaba en tablas cuando se vuelven a besar.
Ya es tarde, se abrazan y él le habla al oído: 

HÉCTOR: Cuanto tiempo he soñado esto. (Le acaricia despacio un pecho, mientras le susurra) Cuando era niño nunca pensaba en las mujeres, perseguía indios y vaqueros por la calle, y daba patadas a un balón todo el tiempo, luego empecé a leer aquellos tebeos y después los comics de aventuras y los libros de piratas, ahí siempre aparecían mujeres, eran guapas y luchadoras, también las había malas, como Milady de Winter. Ahora estoy contigo y me siento como si estuviese dentro de una de aquellas aventuras.

Lo veo un poco ñoño, no me acaba de convencer. Vamos a intentar comenzar de otra manera. ¿Hablamos de lo mismo, verdad? De dos personas de unos 35-40 años que llevan poco tiempo juntos y no creen en el futuro. Ya sabes, todo ese rollo de la imposibilidad de las relaciones en un mundo finito.
¿Qué te parece esto?:

Imágenes Natalia Pastor
Después de besarse y tal y tal, como habías descrito, Nuria se sienta en una silla al lado de la ventana.
                                              
 NURIA: ¿Qué es lo que buscas en mí? Siempre prefieres hablar de otras cosas, de tus amigos, de tus amantes. Tienes la cabeza llena de ideas que no acaban de explotar.

HÉCTOR: Quizás el problema sea ese; que sólo son ideas, ninguna realidad. 

N: Es difícil saber que hacer con todo lo que nos han vendido.

H: Por eso las ideas ya no sirven son una manera de escapar como otra cualquiera.

N: Eres demasiado teórico, así no se avanza. 

H: Si, eso es fácil para ti que lo tienes todo tan organizadito.

N: No te equivoques, soy práctica, nada más.

H: Entonces si eres tan práctica por qué estás conmigo.

N: Ah, ¿estamos juntos?

H: ¿Y como llamarías a esta relación?

N: Asistencia mutua.

H: Socorro Rojo.

N: Te comportas como un moderno autosuficiente. Este es un juego de suma cero, no te olvides.

H: Ya no somos capaces de ver más allá de nuestras narices.

N: Por qué no dejamos de ver a través de los ojos de los demás

H: Lo que piensen los demás no me importa. Lo que busco está en ti.

N: ¿No me digas que quieres volver a jugar a las casitas otra vez?

H: Sólo de pensarlo se me ponen los pelos de punta.

N: ¿Entonces qué quieres?

H: Volver a creer que esto puede merecer la pena.

N: Tenemos que cambiarlo todo, esta base no nos ha servido.

H: Es lo que nos vendieron; los papas, las mamas…

N: Oye por qué no cenamos tengo hambre.

H: Tú siempre tienes hambre.

N: Es una forma de hablar, No quiero ponerme trascendente con esto.

H: ¿Con qué?

N: Con nosotros.

H: Vamos a cenar pero luego no digas que soy yo el que no quiere hablar.

Ese es el típico final propio de un tipo poco comunicativo que quiere dárselas de lo contrario, resulta un final evasivo, poco creíble.

Naranjas de la china eso es supercreíble pasa en todas las casitas y en este momento lo están pronunciando un montón de mujeres a sus mariditos. Y la que se evade eres tú, que te vas a cenar.

No me convence, tampoco se trata de un final.

Claro que no, no se porque dijiste que era un típico final si sólo es el comienzo de la historia

Lo dejamos así y mañana vemos.

Vale, seguimos mañana.



NURIA Y HÉCTOR. EN EL COCHE


Cinco y cuarto de la tarde, día soleado. En dirección a Benavente por la A-66.

NURIA: ¿Te imaginas vivir en un pueblo en mitad de un páramo?

HÉCTOR: Si, perfectamente. Ya sabes… vacaciones sin playa, la seca obligación, el aburrimiento eterno. Sólo había un transistor y de vez en cuando un árbol.

N: Los que hemos nacido en una ciudad estamos tan condicionados que no podemos volver a la paz bucólica del campo, nos resulta artificial.

H: Yo prefiero la paz Bukowskiana. No conozco pueblo feliz, todos se conocen y todos hablan. Lo del buen salvaje se quedo en el salvaje a secas.

N: La culpa de todo, como siempre, la tiene el sueño americano con su ración de adosados y verdes praderas y cortacéspedes.

H: Ahí no hay nada de naturaleza, el único verde es el de los billetes.

N: Siempre puedes dedicarte a podar tu jardín zen.

H: Nadie sabe lo que es un jardín zen salvo los lectores del suplemento de El País, y ya quedan pocos.

N: Estamos obsesionados con la vuelta a la naturaleza y sus encantos; es el fracaso de la posindustrialización. Necesitamos parcelas como sustituto de la religión.

H: Yo no quiero volver a la naturaleza y mucho menos a misa.

N: Al final resulta que vamos a copiar el modelo de vida de los progres de salón que tanto detestamos o que tanto echamos de menos…

H: Los que en los ochenta pasaron del citroen al BMW y a la Dirección Regional.

N: Al final sólo te dejan escoger entre dos caminos; el pack A, de los ideales o el pack B, del poder. 

H: Ya, pero ellos se pusieron morados, primero con el A y luego con el B.

N: ¿Quienes son ellos? Dime nombres y apellidos que los apunto en mi lista.

H: Sí, como hacía Víctor McLaglen en El hombre tranquilo. Son los que salen todos los días en los periódicos y los que nos han metido en esta estafa.

N: Al final no sé por qué oscura razón, nos volvemos tan apáticos... Pasan los años y lo que deseas es tener una vida tranquila, sin sobresaltos. Ya sabes, ver crecer la hierba. ¿Tú qué vas a hacer cuando seas mayor?, ¿dónde querrás vivir, en la ciudad o en campo? ¿Tienes algún plan?

H: Si, yo quiero volver a la ciudad de mi infancia, al barrio obrero. Calles llenas de bares para disfrutar la vejez leyendo los periódicos en compañía y poniéndolo todo a parir. ¿Qué voy a hacer yo en un pueblo rodeado de pasto, como tu dices, y hablando del tiempo con los vecinos?

N: Eso huele a comprometido de boquilla pero en realidad lo que deseas es algo muy diferente.

H: Irme a Benidorm, no te jode.

N: Pues yo, ¿sabes lo que quiero?

H: ¿Qué?

N: Vivir en una comuna. Cuando tenga setenta, por fin voy a vivir en una comuna. A mi edad, ¿qué te parece? y voy a vestirme con ropas de colores, con muchos lunares y pelucas. Voy a hacer lo que me salga de las narices. Formar un grupo punk transmetal. Ahí está la verdadera revolución, en el punk.

H: Será el punk gagá.

N: Ya sé que prefieres dormitar porque según tú, ya lo has probado todo y estás de vuelta de esa impostura, ¿no?

H: No, me falta que me desahucien.

N: También voy a tener sexo sin amor.

H: ¿Con los de setenta o con los setenta de la comuna?

N: ¡Qué le den al amor! otro de los inventos que tanto daño nos ha hecho.

N: ¿Y cómo se va a llamar la comuna, Vacaciones en el mar o La casa de la pradera?

N: Vamos a ser todos sanísimos.

H: Y guapísimos, como los presentadores de la tele; todo sonrisa y encefalograma plano.

N: ¡Si! de tanto muesli, avena y arroz integral, tofu, jalea, ginseng. No necesitaremos viagra. Bailaremos funky todo el rato y escucharemos a Barry White y a Michael Jackson sin complejos, por fin. 

H: Y a Machín.

N: Se acabó lo de tener que parecer guapa y culta, qué descanso. 

H: Pero si os vais a pasar todo el día durmiendo y poniéndoos la dentadura postiza.

N: Vamos a ser más auténticos que los alemanes, esos viejos neo hippys que van en bici por Berlín, así quiero ser yo.

H: Todos en fila india y colocados como Armstrong.

N: Con muchas flores, y mucho incienso y buen rollito.

H: Podéis hacer así el camino de Santiago. 

N: ¿Pensaste alguna vez que llegaríamos hasta aquí, qué íbamos a durar tanto tiempo, quiero decir?

H: ¿Hasta dónde? 

N: Que viviríamos tantos años; son demasiados. Estoy cansada.

H: ¿De qué estas cansada? No ves como está tu madre y las ganas de vivir que tiene.

N: Es diferente, ella nació en la escasez, nosotros alcanzamos el consumo. Ahora estamos hastiados.
H: ¿Tienes miedo? 

N: No, va todo muy deprisa.




NURIA Y HÉCTOR. ASIGNATURA PENDIENTE


Nuria y Héctor están cenando en el salón, de fondo la televisión. Están echando Asignatura Pendiente, no pensaban verla pero se enganchan.

NURIA: Mira lo que ponen, una de Garci, ¡qué antigua, del 77!
HÉCTOR: Esa la puse yo en el cineclub del instituto y nos la quisieron censurar.
N: Es que tú eres muy de cineclub.
H: Me gustaba mucho el programa de cine de Garci, la pena son sus películas, salvo El crack, con Alfredo Landa.
N: Tú siempre tan anticuado, quién se acuerda de ese programa ahora. 
H: Es que para uno decente que hubo. Y no fue hace tanto tiempo, hará cinco o seis años; tengo alguno grabado, ya ves.
N: Sí, porque el resto de la humanidad no sabe de cine, claro, necesitas invocar a los espíritus.
H: Es que las películas que hacen cada vez se parecen más a una hamburguesa, lo único de carne que tienen es el ketchup.
N: Dirás las que emitenporque ahora se realizan muy buenas películas, yo no echo en falta el tiempo pasado. Paso de la nostalgia.
H: ¿Nostalgia? sólo la tuve cuando era un adolescente y nos trasladamos de ciudad.
N: Lo de cualquier tiempo pasado fue mejor es una solemne mentira. 
H: Sobre todo cuando montes la comuna.
N: Ya quisiera yo tener veinte años ahora, a pesar de la que está cayendo.
H: Si, y estar en paro en casa de tus padres hasta los treinta.
N: A pesar de todo acabas saliendo adelante, es coyuntural. 
H: Coyuntural de la muerte, todavía se ahorcó hoy un librero de cincuenta años antes de que lo embargasen.
N No hablo de los de cincuenta, me refiero a los de veinte.
H: A los veinte se iba a la mili, tenían un año de penitencia por ser español.
N: Mira José Sacristán qué joven en Asignatura Pendiente, tiene los mismos tics de esa época, qué bien conseguido.
H: Es verdad eso que dices de los tics, eran los de entonces, los tíos eran así de chulos, ahora tenemos otros.
SACRISTÁN: No creas que soy un cínico pero te hablo en serio eh, palabra. Creo que acostarnos tú y yo sería como, a ver si me explico, sería como recuperar algo que debimos hacer y que no hicimos, quizá porque era otra época y todo era distinto. Nos han robado tantas cosas. Las veces que tú y yo debimos hacer el amor y no lo hicimos. Los libros que debimos leer, las cosas que debimos pensar, qué se yo. Pues eso, todo eso es lo que no les puedo perdonar. No sé pero me parece que escomo si nos hubiera quedado algo colgado, como aquéllas asignaturas que quedaban pendientes de un curso para otro. Como si no hubiéramos acabado la carrera.
N: El machismo los vestía así ¿Te acuerdas de Fiorella Faltoyano? Mira, aquí dice que tiene complejos. 
SACRISTÁN: Nuestra primera ducha juntos, ¿no te importa verdad?
FALTOYANO: No, si yo creo que a mi ya no me va a importar nada, y si yo te contara…
S: Cuenta, cuenta, pero dame el jabón.
F: Tú no sabes la de complejos que tenía yo.
F: Pues la noche de bodas, estaba yo en el baño arreglándome y todo eso y tenía unas ganas tremendas de hacer pis.
S: ¿De qué?
F: De esas veces que te has estado aguantando toda la tarde. Paco ya estaba en la cama y yo no me atrevía a hacerlo.
S: ¿Por qué?
F: Porque se oía el ruido.
S: Ah.
F: Y se iba a romper todo el encanto hasta que se me ocurrió llenar el bidé y allí lo hice, una tontería, bueno pues es así. 
N: Sí, eso no ha pasado de moda, seguimos igual.
H: Parecido, hay películas porno para instruirse.
N: Pero con guiones de transportistas, todo falso. Ahora se empieza a hablar del placer de la mujer y aún con reticencias. 
H: ¿Esos orgasmos que decíais que teníais en la cama?
N: Orgasmos fingidos y dañinos. Aquí quien desenmascara el pastel es Fiorella y encima se da cuenta de su propia situación. Eso si que lo veo valiente y en esa época, donde la mujer era un cero a la izquierda.
H: ¿El qué? Ponerle los cuernos al marido es más viejo que Carracuca.
N: No me refiero a los cuernos en sí, sino a que se atreve a  entrar al trapo a Sacristán, que es distinto.
H: Bueno Sacristán es el típico que quería cambiar el mundo y al final lo único que hace es cambiar sus ideales por tener un buen coche y una amante, las cosas que él tanto criticaba.
N: Abrirse a lo nuevo suponía cumplir con todos esos topicazos, lo que pasa es que hoy lo vemos rancio y trasnochado.
H: Ellos al menos tienen el ideal de cambiar las cosas, ahora en cambio no queremos cambiar nada, lo único que queremos es el coche y la rubia, eso es lo que nos han enseñado. Se acabó el ideal.
N: Y los traumas y complejos de los que hablan en la ducha siguen tan vigentes pero consiguen ridiculizarlos. 
F: Me voy a duchar.
S: Un momento, un momento que es mi sueño dorado, ¿tú no veías en las películas  que la gente después de pasarse media vida en la cama se levantaban así, con las sábanas hasta el cuello? Pero sin mirarme, que tampoco se miraban. Es que nos han engañao con todo.
H: No creo que los ridiculicen o que Garci quisiese ridiculizarlos. Treinta años después cuando miras a tu alrededor no veo a gente tan moderna como Sacristán, o al menos comprometida.
N: Las normas las siguen dictando los mismos. Son los que contratan, los que despiden…
H: Todo tiene que cambiar para que todo siga igual, ya lo decía Julio Iglesias: la vida sigue igual. 
N: Tratan de mantener el modelo familiar  y lo que supone; cómo tiene que ser ella, cómo debe ser él… Vivimos encorsetados. 
Siguieron viendo Asignatura Pendiente como si fuera El hombre y la tierra.
José Sacristán parecía el sumo sacerdote, ella, en cambio parecía una más, como recién salida de las ursulinas con la oblea en la boca.
1977, mal año, lleno de muertes y falsas ilusiones.
Ver la película, ahora, en el 2012, era como ver una de marcianos; parecía que todos habíamos sido abducidos. 
Cuántas cosas prometidas y soñadas.
¡Maldito país! 
Un país que no existe,
sólo una cochiquera.


Diálogos Sacristán y Faltoyano de José Luis Garci,
Asignatura Pendiente, 1977


NURIA Y HÉCTOR. EL BOSQUE



Como en los cuentos.
Había una vez un bosque en el que
las niñas eran muy muy guapas y los niños algo más feos y
pálidos y sobre todo, muy malos
y estaba presente
Pulgarcito
como una solución a la crisis.
El bosque de los suicidios, el ayuno integral.
Juan sin Miedo partiéndose de risa mirándolo todo detrás
de un árbol hueco, y los gemelos del Fantasma de
Canterville jugueteando  con unas manchas de sangre
mientras su madre restriega con un buen detergente.
HÉCTOR: Pulgarcito como una solución a la crisis.
NURIA: ¿Y qué papel jugaría el tal Pulgarcito?
H: La necesidad de las clases dominantes de distinguirse. ¡Si es que vivimos en un país de súbditos!
N: Si, pero en vez de reyes y princesas, dragones y mazmorras. Anda, cuéntame el relato de los manzanos y las raíces y los cristales para matar a los ratones de campo.
H: Y a los de ciudad porque también se ponían cristales sobre los muros que rodeaban las casas. Cuando abría una poza metía abajo, entre el cucho, unas botellas de cristal y las rompía con la fesoria, es un remedio casero para que los malditos roedores no aniden en las raíces del árbol.
N: Hoy vivimos en ciudades con cristales sobre los muros. De pequeña pensaba que eran de plástico, que los ponían para ahuyentar al hombre del saco. Sabes, nunca vi a nadie con un saco, sólo al carbonero, pero eso fue hace tantos años.
H: ¿Y nunca viste a algún hombre con un saco lleno de gatitos para ir a tirarlos al río? Emitía un sonido extraño ese saco.
N: Felicidad Blanc, la madre de los Panero, cuenta que ella los metió en una caja, que era más fino que meterlos en un saco de arpillera. A la hora de morir también hay clases sociales.
H: Pero no creo que a los lindos gatitos les importase, como dijo el gran timonel señor x, lo fundamental es que cacen ratones.
N: Estoy harta de las pistas verdes; el que quiera hacer turismo rural que se meta en un bosque de verdad, en un hayedo y se deje de usar utillaje de Decathlon.
H: Hay a quien le gusta hacer el camino de Santiago por la carretera de Astorga a cuarenta grados al asfalto.
N: Eso es por el concepto de paraíso terrenal, que empiezan a coger carrerilla al salir de la N-630.
H: Hay una extraña idea del viaje, parece un viaje como competición, como si estuviesen jugando a la brisca. Todo lo miran igual, creen que Madrid va con ellos y que en todos los bares hay croquetas y calamares fritos.
N: Se colecciona haber estado en veinte capitales, si no, eres una piltrafa. 
H: Yo conozco a una que este verano se inventó un viaje por Francia para el feisbuk, y lo hizo todo desde su casa de Monforte.
N: Habrá tantos así, que viajan de verdad para luego contarlo, porque desde que en España se instala la moda de los viajes baratos lo que importa es contar dónde estuviste, si no qué sentido tiene el viaje y las maletas de diseño.
H: El viaje; un objeto de consumo más, y mira que nos reíamos de los japoneses en los ochenta, que iban con sus cámaras haciéndose la foto delante de todos los sitios típicos y ahora resulta que el globo está lleno de españolitos sacando fotos delante de monumentos que nunca les importaron un huevo.
H: Mira esta planta, es belladona, ¿oíste hablar de ella? Es la que usaban las brujas en sus pociones mágicas. En Asturias siempre hubo brujas, la virgen de Covadonga, por ejemplo, era una de ellas.
N: A mi me interesan más las leyendas de Carlos Castaneda, qué quieres que te diga. Todas esas plantas alucinógenas, ese sí que es un viaje aunque sólo de ida. 
H: El que me enseñó lo de la mandrágora y el estramonio era un masón que estaba flipao con los libros de Castaneda y sus viajes astrales. También cogía bonguis y se pillaba unos colocazos de miedo, después nos contaba que uno de ellos se tiro por la ventana porque quería volar.
N: Eso también me lo contaron a mi, era como una leyenda urbana.
H: En Norwegian Wood, la novela de Murakami ─Bosque noruego en japonés─ describe El bosque de los suicidas, un  mar de árboles al pie del Fujiyama, donde Naoko se cuelga de un árbol. Una vez al año los voluntarios penetran en el bosque dejando un rastro de cinta aislante, como Pulgarcito, para recoger los cadáveres, unos cien cada vez.
N: Nunca podré superar el miedo cuando estoy en una cabaña en la montaña y tengo que salir a mear; siempre la misma canción, pienso que van a venir y me van a succionar. La noche impone y más la asturiana sin estrellas.
H: Pues mi abuelo se guiaba por las estrellas para ir de romería, seguía a las Tres Marías, el cinturón de Orión. 
La noche es más noche en el bosque, por eso surgen los cuentos a la luz del fuego.
N: Ahora a la luz del hormigón. Menos mal que existen los campings. Me encanta la cultura del camping. Reproduce el hogar, el fuego, las figuritas de Lladró… mientras los niños se socializan con los de otras nacionalidades: es lo mejor del verano.
H: Sobre todo la vasca y catalana, estaban llenos de ellos. A mí no me gustan, no soporto a las maris barriendo su casita todo el día y a los manolos con el vino con casera y el partido a todo volumen; como en La ardilla roja.
N: Aún así me gustan mucho los campings, es como estar metido en una película. Dentro de la tienda duermo de tirón, ya ves, uno de los pocos sitios, será por el runrún de los insectos o de los búhos, yo qué sé.
H: ¿Pero no dices que te da miedo la noche?
N: Pero en un camping no la sientes, además siempre puedes ir al baño, así oyes a las de quince venir de fiesta y contar la experiencia a su amiga que está meando en el váter; te partes de risa. Suelen contar historias trepidantes de tíos guapos que las persiguen. ¿Ves como al final los cuentos tienen sentido?
H: ¿Y no me puedes contar una historia trepidante de esas?
N: ¿De las de adolescentes enamoradas? Hay miles; que se lo hicieron con el súper machote de la discoteca, o cuando se arreglan frente al espejo y comprueban que se han olvidado el pintalabios…
H: Me suena un poco machista todo eso, pero bueno, sólo hay que ver a las ministras que tenemos.
N: ¿A qué te refieres?
H: A los ángeles de charlie de la moncloa, tontas ellas tonto él.
N: Es curiosa la adolescencia, preparándote para gustar; tu energía dirigida a agradar al otro.
¿Os imagináis perderos en el bosque?
Que pensarías cuando pasasen las horas y cada vez fuese
más de noche, seguro que empezarías a oír pasos y te
acordarías del lobo o del de la motosierra. ¿No te contaron
historias de niños que nunca volvieron?


NURIA Y HÉCTOR. LA LISTA DE LA COMPRA



No me gusta cuando la gente se viste para bajar al supermercado como si fueran a una boda
pues eso,
tampoco me gustan las bodas
ni morder el anzuelo 
de las marcas blancas, qué es eso de las
marcas blancas 
más liturgia,
más merchandising, 
lo ponen todo perdido
con la cultura del tetrabrik

HÉCTOR: Pues yo disfrutaba cuando iba al carrefour los sábados por la mañana y veía a los de los adosados bajar a hacer las compras, ellas iban tan arregladas… como si fuesen a Eurovisión.

NURIA: Se imaginan que van de fiesta. El consumo, otro intento de unificarnos. Otra mentira, y ya van dos.

H: ¿De unificarnos en qué? En la miseria, porque ya me dirás tú lo que vamos a comprar en cuanto nos quiten el trabajo.

N: Pero nos igualan por abajo, qué listos.

H: Es que la gente sigue creyendo que son clases medias cuando lo que son es proletarios evangelizados.

N: Con ese rollo neomarxista creo que lo que realmente buscas es volver a tu barrio para dar clase de leninismo a la comunidad de vecinos.

H: Sí, seguro que creen que Lenin es el último nominado de gran hermano, además ya no dejan cantar en los chigres, ni hay serrín en el suelo.

N: Me gusta cuando alguien,
un chico, una señora, una niña, rompe sin querer una botella de cerveza y el líquido se desparrama por el pasillo de los congelados;
todo oliendo a cerveza y los zapatos se te pegan al 
suelo.
Me gusta que el supermercado se convierta en una mueblería.

H: Ya sabia yo que tú eras un poco gochina. Es asquerosa la cerveza por el suelo, se ve que nunca trabajaste de camarera. 

N: Cuando pienso en una escena de amor ¿sabes lo que me imagino? Una pareja por el pasillo de los cereales metiendo un paquete de arroz SOS en el carrito y besándose después, ¿A que es muy romántico?

H: Yo prefiero verles elegir condones, que si fresa que si limón, que si sabor del negro zumbón.

N: Supermercados como un auténtico psiquiátrico ampliado. Los construyen para que pierdas la noción del tiempo, entiendes de una vez por todas a Jack Nicholson. 
Acabas desorientado, como en la vida.

H: Como pollo sin cabeza. Y en la cola de la charcutería cuando la mujer deja al marido solo para que compre un cuarto de jamón y otro de queso, y él se empieza a poner nervioso porque llega su turno y comienza a mirar a todos lados porque no sabe qué queso es, y cuando le pregunta el dependiente contesta que queso tranchetes.

N: Ir a comprar genera un subidón de adrenalina, si no ¿de qué tanto hilo musical? Lo tienen todo estudiado los psicólogos sociales: colores, envases, olores. Me siento como una cobaya. También cuando paso por una tienda de ropa y suena Justin Biber o Queen, te dan ganas de coger a la cajera por la cintura y empezar a bailar por las escaleras mecánicas en plan West side story.

H: Por desgracia la única música que ponen son los grandes éxitos de Benavente 92.

N: Me gusta coger una bolsa de patatas fritas y comerlas antes de llegar a la caja nº 2, y dejar en la cinta sólo la bolsa y ver la cara que pone la cajera.

H: Ahora por si fuera poco, te pregunta la cajera al salir que si quieres chocolate blanco, que si cerveza de malta y encima se mete en nuestra conversación sobre si preparo fabada o fabes con almejas. La próxima vez hablamos de sexo oral, a ver qué dice.

N: Antes, cuando estaba triste me acercaba a un hipermercado a ver si tenían cordones de zapatos.

H: ¿Para ahorcarte?

N: Buscaba unos más vistosos, simplemente eso, para mirarme los pies y verlos de colores. Tanto marrón y negro asusta.

H: Pues a mi no me gusta nada ver los pies de los demás, parecen potarros blancos.
Venga que se nos hace tarde, ¿trajiste la lista de la compra?

N: ¿De quién es la culpa de tanto consumo, de la tele, de las revistas, de Internet? porque a alguien hay que echarle la culpa, no.

H: La culpa no tiene novia. 

N: ¿Sabes que el deseo de consumir es parecido a la pulsión sexual?

H: Pues a mí no se me levanta viendo los yogures.

N: Quieres probar cómo es estar con alguien y luego te entran ganas de cambiar.

H: Usar y tirar, como los pañales.

N: Sí, lo malo es cuando quieres descambiarlo, como ocurre a veces, rebuscas en el bolso y ¡horror! has perdido el ticket, ahora qué hago.

H: Pues te fastidias y aguantas con lo que tienes.

N: Por suerte en algunas tiendas lo canjean por vales, pero entonces viene el lío, el lío de elegir…

H: Pero qué problema tienes… primero coges una cosa; la usas y la tiras, y luego compras otra.

N: Y ahí ya te pierdes, es como en la selva: todo muy espeso.

H: ¿Por qué es espeso? porque las estanterías están llenas de cosas bonitas y las quieres todas y cuando consigues una, ves que tu amiga tiene otra y entonces quieres esa.

N: No, porque quieres todas las ventajas en un mismo producto y eso, lo reconozco, es imposible. Siempre hay algo defectuoso, no me digas por qué.

H: La coca-cola siempre es igual.

N: Ya, hablas de gustos universales, de globalización: lo que faltaba.

H: ¡Más global que Caín que mató a Abel por un plato de lentejas!

N: Yo prefiero algo más original. No me gusta lo que todos tienen.

H: Había una canción: Qué chica más original, tiene por novio a un orangután…

N: Es como si comieras todos los días el mismo menú.

H: Eso lo dijo el hermano de Ana Karenina, refiriéndose a las mujeres: “Ya sé que me dan bien de comer en casa y todos los días, pero a quién no le gusta salir a comer de vez en cuando a un buen restaurante y probar cosas distintas”.

N: Eso mismo pensamos las mujeres.

H: Pues hala, vete eligiendo los actimel que yo me voy a ver el partido a la sidrería.

Me gusta manosear las copas de los sujetadores en las tiendas de los chinos.
Me gusta entrar a esas mismas tiendas y salir sin comprar nada, o comprar una braga hortera por dos euros y usarla los domingos cuando no voy a trabajar.

NURIA Y HÉCTOR. DESAYUNO CON DIAMANTES



Nos asomamos al centro de gestión del tráfico de la DGT: Buenos días, a esta hora dificultades en la N-6 en el Alto del León. Retenciones para el acceso a Madrid por la A-2
HÉCTOR: ¿Dormiste bien?
NURIA: Más o menos.
Desde el centro de pantallas del ayuntamiento de Madrid: Mucho tráfico en el Paseo de Santa María de la Cabeza hasta el puente de Praga
N: ¿Tuviste frío esta noche?
H: Lo que tuve son pesadillas. Cerraste la puerta  y  no me entraba el aire, así no duermo bien; falta oxígeno al cerebro.
Accesos a la M-30 por Méndez Álvaro 
N: Pesadillas, como cuáles ¿por ejemplo que te llaman de la secretaría de la Facultad para decirte que todo es mentira, que la expedición del título fue un error y en realidad te faltan seis asignaturas para terminar la carrera?
H: No digas eso ni de broma.
Prolongación O´Donnell
N: Pues esa es una de mis pesadillas recurrentes últimamente.
Entrada por Sinesio Delgado
H: Y cuáles son las otras.
N: Cuando vuelvo a ver Misery.
H: Ya, te da por soñar que te atan a la pata de una cama, por eso no veo películas de Stephen King más de dos veces seguidas. Yo en cambio soñé que estaba en una orgía con tres brujas, nos revolcábamos entre cadáveres desnudos y entre polvo y polvo, ellas los iban comiendo crudos. Tengo que dejar de leer a Houllebecq.
N: ¿Probaste a practicar deporte?
H: ¿Para evitar las pesadillas?
N: He leído que la fase REM es muy profunda cuando 
estás cansado.
H: No sé si funcionará conmigo, nunca tengo sueño.
N: Quieres decir que no vas a probar a ir al gimnasio.
H: Me aburre ver tantos bíceps; pienso que estoy en la cola de la carnicería y, además, lo de sangre, sudor y lágrimas lo dejo para cuando doy clase.                  
N: Vaya, estaba pensando en regalarte unas mancuernas de tres kg para Navidad.
H: Mejor lo olvidas y me compras otra cosa de tres kg.
¿Quieres un zumo?
N: No, que todavía están agrias las naranjas, prefiero un tomate de esos ecológicos que traje ayer.
Jaguar XF desde 37.9000€. Sé la envidia de tu cuñado
H: ¿Vas a llevar el coche? Parece que no hay mucho tráfico hoy, y mañana habrá huelga en el metro.
N: Iré en metro, así aprovecho y leo; estoy terminando un libro de Monterroso.
H: Pues como sea el del dinosaurio tendrás poco que leer. Siempre pensé que ese cuento lo sacó de La máquina del tiempo de Wells.
N: En el metro todos tenemos la cara amarilla, sólo nos falta hacer taichí antes de entrar a trabajar, como en China. Tal vez iríamos más contentos.
H: Pero en China no duermen debajo del mostrador como hacían los emigrantes asturianos en Madrid.
N: Peor, duermen en las peluquerías, de hecho viven en ellas.
Nieve en la Sierra de Madrid; la cota en los 800m de hasta 5cm. Nieblas y heladas
Mínimas de 2º llegando a los 7º bajo cero. En Buitrago -3º, en Navacerrada 5º bajo cero.
Son las 7 y 20 de la mañana
H: No hace falta mirar por la ventana porque ya sabes el día que va a hacer, con lo que a mi me gusta la lluvia, monotonía tras los cristales… 
Pues a mi me gusta como queda aquí la cita de Machado, no creo que parezca pedante ni cursi.
Haz lo que quieras, eres un cursi.
N: No me digas, menudo peñazo la lluvia y el cielo gris todos los días. Te dan ganas de cortarte las venas.
Litoral presenta perlas de la sabiduría popular: Quien de lentejas se alimenta mantiene el alma contenta.
H: ¿Te apetecen lentejas para comer?
N: Hoy mejor que no, prefiero algo más animado, en contraste con el entorno.
H: ¿Algo con dibujos? sopa de letras…
N: Ahora entiendo a los niños con los caprichos de los colores y texturas en la comida. Ya nos hemos acostumbrado a lo estoico, parecemos pastores.
H: Los pastores no tienen caprichos, sólo comen queso y pan; dicen que cuando se reúnen, oveja a la cazuela; es como un consejo de ministros.
N: Sólo nos falta el uniforme. 
H: Estas fiestas creo que regalan, en el corte ingles o en arzobispado, no lo sé muy bien, chalecos de oveja para todos.
N. El aguinaldo, ¿es por lo de la extra, no?
H: La extra de julio era por matar rojos, pero la de Navidad era para que fueses con la barriga llena y la cara de idiota a misa del gallo. Este año no hay extra, así que habrá que quedarse en casa y a falta de Miliki reírse del Bobón.
N. El año se divide entre verano y navidad; es una ley física. ¿Qué vas a hacer en las vacaciones?
H: ¿Crees que es el momento de parlare di amore? Son las siete de la mañana, no estoy para pensar en nochebuenas y demás familias.
N: Yo voy a poner una película, e irme a dormir a las 22.00.
H: Pues más que una película será un corto del Gordo y el Flaco, porque vaya horas.
N: Es que empiezo a cenar a las 8. Cena europea para hacer la digestión.
H: A las 8 hay que ir por los bares, es el único día que invitan a una copa en todo el año. Y las madres tienen que realizarse en casa haciendo de esclavas.
N. Eso sí que no cambia en este país: las madres españolas en la gran noche metidas en la cocina desde las 10 de la mañana.
H: Bueno guapa, vamos a cambiar de tema que todavía falta y ya llegará el momento de deprimirse a gusto.
¿Problemas de erección? ¿Eyaculador precoz? Reconquista tu vida sexual. Sexo es vida
H: ¿Esto qué es, un teléfono de contactos o el teléfono de la esperanza?
N: ¡Me tienen frita los de los teléfonos! ¿Con cuál nos vamos a quedar? Es más difícil traducir sus tarifas que leer las hojas del té.
Un coche circula en dirección contraria durante 25km por la carretera de Zaragoza. El piloto se encontraba en tal estado de embriaguez que fue incapaz de realizar el control de alcoholemia 
H: Sería Artur Mas, ya solo le falta ponerse los calzoncillos por encima de los pantalones y tirarse por el balcón.
N: Sí, es igual que Superman cayéndose del caballo.
La alcaldesa de Avilés dice sentirse triste y decepcionada tras conocer los números rojos de la Fundación Niemeyer de la que ella es vicepresidenta.
H: Pues al encargao del pufo lo ha fichado la alcaldesa de Madrid, que cada día se parece más a Raphael. Hay facturas por 300.000€ en copas.
N: Es increíble los políticos, ninguno se destruye, todos se transforman.                     
H: Son como la peste, todo excrescencia.
N: ¿Así voy bien o me pongo más maquillaje?
H: A estas horas, vaya humor.
N: Pues la mayoría parece que va de fiesta.
H: Por qué hacéis eso, nunca lo he entendido.
N: Primero empiezas a verte ojerosa, luego demacrada, y así sucesivamente hasta que decides  atajar por lo sano.
H: Y os convertís en la Serpiente emplumada. Tenían que prohibir ir a trabajar así.
N: ¿Así como?
H: Como si para ir a trabajar tuvieseis que disfrazaros de árbol de navidad.
N: Yo no puedo detener el tiempo.
H: Ya, fastidia envejecer, ¿te imaginabas así, de mayor?
N: Dices ojerosa y demacrada.
H: Y más cosas. Es el miedo a crecer.
N: O a parecer una señora si no me arreglo un poco.
H: Sólo te parecerás a tu madre.
Ayer  no te oí entrar, ¿llegaste muy tarde?
N: Cuando llegué vi al vecino en el garaje, durmiendo en el coche.
H: ¡Qué dices! No me lo creo, si son la parejita feliz.

La conversación siguió rápida entre las tostadas de pan integral y los kiwis cortados a la mitad. El día empezaba con diamantes de frío y noticias de angustia. Nuestros héroes se hacían un poco más viejos sin que ya nada de eso les importase y sin que no tuviesen la certeza de que muchas cosas les habían hecho daño y de que no iban a dejar que este tiempo de perdición les rompiese.






NURIA Y HÉCTOR. HAZAÑAS BÉLICAS



HÉCTOR: ¿Cómo llevas la semana, estarás como nunca sin mi?
NURIA: Yo puedo decir lo mismo.
H: ¿No echabas de menos la soledad? ¿O era la intimidad?
N: Era la individualidad. Es bueno estar sola de vez en cuando, así puedo comer lo que quiero a cualquier hora. 
H: Debo de ser muy antiguo porque todavía no me acostumbro a hablar por teléfono.
N: Ya, prefieres hablar por whatsApp, yo a eso sí que no me acostumbro: fragmentos y más fragmentos de conversaciones entrecortadas.
H: Lo aprendí en las películas de indios y vaqueros con las señales de humo. 
N: Además aprovecho para ver el lote de películas atrasadas.
H: Y para ver pelis porno, anda dime la verdad. Esas que dices que son de autora, tan modernas.
N: Es que detesto los guiones clónicos de las porno convencionales. 
H: ¿Así que ves porno cuando no estoy.
N: ¿Te parece mal?
H: ¿Por qué no esperas a verlas conmigo?
N: Es lo que haces tú cuando yo no estoy.
H: ¿Qué dices?
N: Sí, me lo dijiste hace tiempo. No me importa. A mi también me gusta lo mismo que a ti.
H: ¿Te gusta el qué?
N: Ver porno,¿o crees que sólo es cosa de tíos?
H: Creo que quieres decir otra cosa.
N: No, quiero decir lo que estoy diciendo, no me líes.
H: ¿Qué tal ayer con Laura?
N: Bien, salimos por ahí.
H: Si, eso ya lo sé. ¿Por dónde?, ¿qué hicisteis?
N: Nada, tomamos una cerveza en La Mala y luego picamos algo en el mexicano.
H: ¿Y qué te contó, está más tranquila?
N: Va a adoptar un niño.
H: ¿Así que era eso?
N: ¿El qué? 
H: Todo ese rollo, era por esto; porque tu amiga va a adoptar un niño. ¿Pero si no es capaz de tener una pareja como va a tener un niño? Cómo puede ser tan caprichosa.
N: Y para esto me llamas, parece que no tienes un buen día.
H: Todo está bien, no me noto nada.
N: Pues hay que ver como estás hoy, ¿Qué te pasó, noticias del pasado?
H: No sé qué haces ahí, ¿Por qué no viniste conmigo?
N: Salió así, no importa.
H: No hacía falta que vinieses a la comida familiar. Yo te juro que no pienso ir a la tuya.
N: Otra vez la familia. Tenía  cosas que hacer, necesitaba estar sola.
H: ¿No estuviste sola bastante tiempo? 
N: Tenía que pensar qué hacer.
H: ¡Mierda! No me digas que tenemos que hablar.
N: No, es que no me viene la regla.
H: Entonces prefiero hablar. ¿No me dijiste que era imposible? Si acabas de ir a la ginecóloga y el DIU está a tope.
N: Esto es otra cosa.
H: ¿Qué cosa? no me asustes.
N: Quiero tener un hijo.
(SILENCIO)
N: ¿Estás ahí?
H: Me dijiste que no querías nada de niños. 
N: No estoy segura, se me acaba el tiempo.
H: De qué tiempo hablas.
N: Del biológico; ahora o nunca.
H: Me parece perfecto, pero eso no es lo que habíamos hablado. Ahora no puedes venirme con esas.
N: ¡Vaya día, eh!
H: ¡Nuria, ya está bien, lo teníamos claro!
N: Lo he pensado mejor. Es la última oportunidad, ¿no te das cuenta?
H: Hace más de treinta años que sabes la edad que tienes.
N: No, hombre… sólo era una prueba. Quería saber si tu rollo anti baby era una pose y sólo esperabas a casarte conmigo para dejarme embarazada.
H: ¡Serás burra! y encima tenías que hacer esta broma por teléfono.
N: Para conocerte mejor.
H: Como el lobo a Caperucita. ¿Y esta bobada, por qué es? ¿Saliste con alguna de esas amigas tuyas?
N: ¿Qué les pasa a mis amigas? 
H: Vale, vamos a dejarlo.
N: ¿Por qué estuviste todo el día sin llamarme, no ves que podía estar preocupada?
H: Ahora resulta que la chica dura estaba preocupada.
N: Habíamos quedado en que llamarías, sólo es eso.
H: No soporto tener que adivinar lo que piensas ¿Dónde os enseñaron eso?
N: ¿Pero qué comiste hoy? Estás inaguantable.
H: No sé, ya son muchos días, estoy colgado.
N: Jolín, afloja un poco. No somos críos, esto tiene que ser otra cosa.
H: Suma cero, ya…
N: No sigas.
H: Eres algo muy importante, no estoy jugando.
N: Lo sé, pero a veces tengo miedo, no quiero volver a vivir cosas que pasaron.
H: A qué te refieres.
N: Olvídalo todo.
H: No es tan fácil.
N: Mañana ya estaremos juntos.
H: Es mejor que no vengas en coche ¿Por qué no vienes en tren? Te recojo en la estación, dejas las cosas en casa y nos vamos a cenar por ahí.
N: No tengo ni idea a qué hora acabaré en la clínica, además ya no debe de haber billetes.
H: Seguro que todavía hay, siempre ponen más trenes por el puente. Puedes venir leyendo o dormitando una película, si tienes suerte puede ser una de Walt Disney con un árbol gigante de navidad y renos volando por encima de los adosados.
N: Lo pienso.
H: De acuerdo, intenta dormir esta noche y mañana hacemos eso, conozco un restaurante chino que está muy bien. Seguro que nos reímos con los mensajes de los rollitos de primavera.
N: Bueno, ya sabes lo que pasa en estas fechas.
H: Sí, no hace falta que lo repitamos.
N: Tengo ganas de dormir y nada más, ayer no pegué ojo, te extraño.
H: Qué rápido nos acostumbramos a lo bueno, ya no recuerdo cuando no estabas.
N: Por eso tengo miedo, cuanto más valoras una cosa más miedo tienes a perderla.
H: Parecemos dos viejos. Vamos a colgar el teléfono y a meternos en la cama. Piensa que estamos juntos. 
N: ¿Te acuerdas de aquella canción?
H: ¿Qué canción?
N: (Cantando)
Cuentos de hadas pasan por tu cabeza
mi amor es una guerra, ve con él
aunque estás lejos volvería a pensar en ti
comprobarás la vida no es un sueño, no lo es…


NURIA Y HÉCTOR. EN EL CHINO


HÉCTOR (pensando al entrar en el restaurante):


Querías cenar pronto. ¿Quién va a cenar a las nueve de la noche? Por eso esta vacío. Ahora no nos queda otra que hablar. Cuéntame algo, ¿cómo van las cosas?
Yo sólo quería cenar esta noche contigo para estar a tu lado y no tener que hablar nada de esas cosas, de hablar sólo de nosotros y de decirnos lo que pensamos y lo que sentimos cuando estamos juntos y cuando no estamos y nos echamos de menos, y que cosas podemos hacer para vivir juntos o si merecerá la pena o si sólo será una utopía. Tienes que decirme cuánto me quieres y todas esas cosas. 
Esto no es un culebrón, es verdad, sé que suena apocalíptico pero te aseguro que no lo es. Se trata de impaciencia.
NURIA: Los restaurantes chinos certifican la soledad de las parejas. Arrinconadas, como nosotros,  mirándose a través de las cortinas color crema: decorado inhóspito. 
H: Pues a mi me gustan todos esos dragones dorados y los peces de colores y esa música tan sexy, me transporta a la China mandarina.
N: Todo en ellos incita al aburrimiento, a la incomunicación, ¿no ves que nos lo ponen en bandeja?, ¿qué es lo que tienen los chinos?
H: Pues podíamos haber ido a una sidrería, ahí si que hay ruido y comunicación y humanidad para dar y tomar.
N: ¿Por qué siguen atrayendo a la gente?, no lo entiendo, están acabados. Encima luego te duele el estómago.
H: La verdad es que antes íbamos mucho más a los chinos, era lo único exótico que había, además de los cines. Ahora ya están muy vistos y su comida se repite tanto como las lentejas de mi madre. Preferimos cosas más exóticas como los indios o los mejicanos.
N: Venimos porque son baratos o porque están las veinticuatro horas abiertos y no son más que las nueve de la noche y en este país es imposible cenar antes de las diez.
H: Venimos porque aun tienes la esperanza de lo inusual, de la aventura, como cuando encendemos la televisión esperando una película genial aunque sabemos de sobra que no habrá nada que ver.
N: Ah… ya, como esas parejas primerizas que se casan, sobre todo, porque tiene ganas de ir a un resort de República Dominicana a que les pongan una pulsera en la muñeca.
H: Bueno, o como los cruceros de vacaciones en el mar, donde van los de cuarenta a disfrazarse de Roger Moore y Raquel Welch, para bajar a cenar con el capitán y una copita de champán.
N: ¿Entonces por qué tenías tanta prisa?, ¿qué querías decirme que era tan urgente?
H: No era nada, sólo era que te echaba de menos como un tonto, era la primera vez que nos separábamos más de una semana.
N: Y querías decírmelo en este marco incomparable.
H: No te quejes que sé que te gustan los rollitos de primavera y el arroz tres delicias y, sobre todo las gambas. Sólo era una excusa para que hablásemos de nosotros, tranquilos, sin las prisas del horario.
N: Así que se trata del futuro, de nuestro futuro juntos, de la posibilidad de vivir juntos.
H: Vaya, podías esperar a los postres, se ve que no leíste las normas del buen comensal.
N: Ya sabes que no me gustan los rodeos, especialmente cuando sé que hay una conversación pendiente.
H: Pero también sabes que me pongo nervioso y me siento acosado cuando me encaras así.
N: Lo hago en broma porque sé que para ti es peor que el examen de conducir.
H: No, no pasa nada malo, es algo bueno, estamos juntos y seguimos, ¿no?
N: Relájate, podemos empezar sacando estadísticas y datos sociológicos. Índice de probabilidades de seguir juntos en cuatro años y cosas así.
H: Yo me pido las de Franco, que siempre salía que sí, que sí a todo.
N: Podemos empezar con la afinidad, porque, vamos a ver, ¿de qué signo del zodiaco eres? quiero saber si nuestros karmas son compatibles, sino mal asunto.
H: Yo soy tigre, pero tú tienes pinta de ser del año del mono loco o de la grulla asilvestrada.
N: Y qué me dices del feng shui, ¿porqué no pensarás colocar la cama mirando al sur, verdad? Eso da mala suerte.
H: Lo que pienso poner al sur es a ti, después de diez días sin vernos.
N: Lo que importa a esta altura de la vida es si tenemos cosas en común, cuantas más tengamos mejor. Eso suma, no resta.
H: A mi me gustan los canarios.
N: Ya me lo habías dicho, no me importa, ves, soy tolerante, pero me niego a limpiar la jaula. Hablo de otras cosas en común.
H: No te preocupes, ahora los hay mecánicos. Me gusta oír la radio por toda la casa y no soporto ver la televisión.
N: Eso ya lo sabía. Hablo de futuro, ¿se trata de nuestro futuro juntos, no? ¿He dado en el clavo después de tanto misterio?
H: La cantonesa ya nos mira mal. ¿No crees que debemos leer la carta  y pedir el menú?
N: En estos restaurantes siempre pido lo mismo, no me gusta investigar precisamente aquí.
H: O sea que rollitos de primavera, arroz tres delicias y gambas con salsa agridulce, ¿o las prefieres con setas chinas y bambú?
N: Mejor con setas y bambú. Espero que no te guste este tipo de decoración kitsch porque si no, no tenemos afinidad, eso es básico.
H: Lo que tu quieras, pero me encantan los dragones, ¿no te acuerdas de mi camisa de dragones?  Hay cosas que tienen que ser como tienen que ser, y los chinos, chinos.
N: Vamos de lo general a lo particular, bien. Después de la decoración va la moda ¿te gusta como visto?
H: ¿Quién, tú?
N: Yo, sí.
H: Me encanta, el milagro de que seas incapaz de conjuntar nada. 
N: Odio los conjuntos y los colores complementarios, lo sabes. Si no te va no hay nada más que hacer; somos caso perdido.
H: No, si me fascina, sobre todo cuando pones la blusa morada con la falda roja, sólo te faltan las coletas y el caballo a pintas.
N: Vives metido en un corsé.
H: Eso si que me gusta, los corsés, pero ya veo que es una batalla perdida, tendré que limitarme a los conjuntos de algodón women secret.
N: ¿Te gustan las mujeres anuncio? entonces tampoco vamos muy lejos.
H: No, lo que me gustan son los anuncios con mujeres, sobre todo los de helados.
N: Las exigencias siempre a nosotras y mira cómo vas tú de ropa interior.
H: ¿Qué les pasa a mis calzoncillos de lunares? ¿Qué, acaso no estoy bien?
N: Son demasiado simples, ¿no quieres algo más novedoso?
H: Tengo unos de raso con sirenas. 
N: Bueno, entonces dime la verdad. ¿Podemos plantearnos algo en común?, ¿lo dejamos como está, o lo dejamos para los fines de semana que estamos más descansados?
H: Pensé que esa fase ya estaba superada, que ahora íbamos a otro estadio, casi como brahmanes, que ya no éramos intocables.
N: Es justo lo que estoy planteando, déjate ya de chistes con acertijo.
H: Y bien ¿en tu casa o en la mía?
N: Es que tu casa está muy lejos.
H: Eso depende de donde te coloques.
N: Además es húmeda ¿y si luego me da cistitis?
H: No te preocupes, conozco una solución mágica.
N: Veo que no hay acuerdo, pues como en el póquer, arrastro.
H: ¿Arrastras en qué, en picas o en bastos, o en corazones rojos?
N: No te veo muy animado con el cambio, no muestras interés.
H: Es que para bajar al mercado hace falta un fajo de billetes con una goma y yo me los olvide en el taquillón.
N: Podemos aplazar la propuesta y mientras pensar si merece la pena o si estamos mejor como ahora.
H: Lo que pasa es que yo no se muy bien como estamos ahora, hoy aquí y mañana allí, como a salto de mata, como dice Rohmer en Cuento de invierno: hombre con dos casas, difícil de guardar.
N: Es lo normal, vivimos en el siglo XXI no el XV, trasiego constante, qué quieres… calma absoluta.
H: A mi no me lo tienes que contar, que mi abuela era vaqueira de alzada desde el neolítico.
N. Pues eso, no te vayas a apoltronar ahora, eso sí que no por favor, no lo aguantaría.
H: Bien, no sé qué me quieres decir con eso. Todo es más sencillo, sólo tienes que decirme si quieres que vivamos juntos o no, el resto son casualidades.
N: Casualidades con las que hay que contar. Si de mano no estás dispuesto, no hay nada que hacer.
H: Mi abuela era vaqueira pera la tuya me parece que era gallega, no puedes decirme si o no y callar un poquitín y comer algo.
N. Yo digo que sí, pero me gustaría que fuera en mi casa, por las vistas.
H: ¿A las vistillas te refieres?
N: No, al exterior, hablo de árboles y pájaros y perros que te hacen la vida una poco más llevadera, no me olvido de los canarios, tranquilo, hay gorriones a tutiplén.
H: Pero si en el portal de mi casa hay una pajarería, ¿te gustaría peinar a los perros?
N: Ya es tarde, están recogiendo. Tenemos que irnos.
Y se fueron, se fueron lejos, no se sabe a donde.



NURIA Y HÉCTOR. VAMOS DE EXCURSIÓN


NURIA: Ves, es que tú siempre quieres venir conmigo, no tenemos por qué hacerlo todo juntos, ya te digo que salgas con tus amigos.
HÉCTOR: Pero si estamos muy poco tiempo juntos, el trabajo lo ocupa todo. Aunque me parece que dentro de nada no van a hacer falta los profesores, sólo de inglés y matemáticas, 
N: Únicamente quieren que sepamos restar y dividir y que nos larguemos a por las divisas como en los 60.
H: La pérdida de las Humanidades es una voladura calculada de la ética y la educación.
N: Sólo se va a salvar Ángel, que es profesor de inglés, tendremos que hacer cola en su portal para que nos de algo de maíz, igual que a las gallinas: pitas, pitas…
H: No digas eso, que luego no nos va a poner me gusta en el feisbuk.
N: No sé por qué vamos a una exposición, todo es pintura, me aburre.
H: Esta exposición es de fotografía, un montaje de imagen y sonido.
N: Siempre hacemos lo que tú quieres, ¿por qué no vamos al cine? Quiero ver la última película de Haneke.
H: Tú siempre pensando en lo escabroso y luego te metes conmigo porque me gusta Kieslowki, pues aquí también trabaja Trintignant, como en Rojo, que lo sepas.
N: ¿Entonces tenemos que ir a ver esa exposición?
H: Sí, ya quedé para verla con Ángel y Eugenia, que conocen a la artista y nos la van a presentar.
N: ¿Y sabes qué es lo que expone?
H: Lo leí en el periódico, trata sobre las huelgas mineras y lo relaciona con la Revolución del 34 y con la vida de las cuencas en la actualidad.
N: Parece que no tiene mucho que ver con su obra anterior.
H: No creas, siempre ha colocado su figura entre espacios industriales y ruinas.
N: Bueno, ya estamos llegando, ya se ve ahí el cartel de la galería: Texu.
H: Hola, veníamos a ver la exposición de Natalia Pastor.
GALERISTA: Si, pasad, pasad, precisamente está Natalia en la sala, vino a hacer unas fotos.
H: ¿Y éstos? todavía no llegaron, ¿Qué hacemos? ¿Nos presentamos o esperamos por ellos que la conocen?
N: Espera, no ves que está haciendo fotos, vamos a echar un vistazo al montaje.
H: Mucho rojo, se nota que es su color. Mira esa imagen, la que se ve en el vídeo de las columnas de presos escoltados por la guardia civil, la tengo yo en una camiseta, del aniversario de octubre del 34.
N: Esa foto del puente con la barricada ardiendo debajo, la vi en el blog Lloviendo Piedras. Lo que pasa es que ya no cuela lo de los mineros, ya no es nada mítico, sólo cuestión de pelas.
H: Tranquila, no te lances que las cosas no son tan sencillas.
H: Hola Natalia, habíamos quedado con Ángel y Eugenia para que nos presentasen pero no acaban de llegar. Estuve en tu exposición anterior y me encantó, además las fotos que hiciste dentro de un sanatorio en ruinas, me recordaron a mi admirada Francesca Woodman.
NATALIA: Qué exageración, muchas gracias por la comparación. Siempre me ha gustado el paisaje industrial, lo derruido, y ahora con el conflicto minero he tenido la oportunidad de estar en primera fila.
H: Y el flipe de tu cuadro Dérmico I en el que apareces suspendida en el aire con tu vestido rojo sobre una central térmica.
NATALIA: El rojo es un color muy directo, también muy expresivo, sobre todo para las mujeres.
H: La que menos me gustó fue la de Frida Khalo, aunque estaba muy logrado lo de la chimenea como tráquea. Tu obra me transmite mucha emoción, me siento identificado con ella.
NATALIA: Me vas a poner colorada, gracias. Ahora más que Frida me interesa Louise de Bourgeois. El trasfondo de la idea del deseo, de la trampa, de la figura femenina como sufriente pero al mismo tiempo con un poder capaz de trascender el dolor. 
N: Ahora estás con los del valle, con los irredentos, es un poco como el pueblo de Asterix, la pena es que todo quede en ruido.
NATALIA: ¿A qué te refieres, a los mineros?, llevan toda la vida así, generaciones atascadas en esa lucha.
H: ¿A cuento de qué viene ese titulo?: ¡Vamos de excursión!
NATALIA: Era la contraseña para empezar las manifestaciones, para cortar las carreteras, en estas últimas huelgas.
H: Lo de las pancartas es increíble. Cómo el rollo polítucu ha asentado en la cultura de las cuencas haciendo de la pancarta un medio de expresión habitual. Lo político lo ha invadido todo. Es bueno este eslogan: Comportaos como corderos y os convertiréis en chuletas.
N: Es una pena tener que hablar de esto y no de arte, de cómo es posible que consigas esa emoción en tus obras, y  transmitirnos esa lucidez.
NATALIA: También aparecen en las pancartas los temas sentimentales; mensajes de parejas que se casan. En la cuenca hay una cultura de lo público. No hay que esconder los sentimientos, lo personal también se comparte.
H: Mira esa que pone: Adri no te cases valte mas tirate al rio, y esa otra: Abraham de la vida de casau vas a acabar cansau, y la de: Dibes de mocin y caiste como un trapin, pero la mejor ye esta: Sheila te quiero, vuelve a casate conmigo, tu marido.
N: Y la que dice: Javi no te cases las chicas del Robinson club nos vamos al paro y: Karla por fin alguien carga contigo, gracies Alex, vaya penitencia. Son de traca. 
H: Parece que estás muy integrada en la cuenca.
NATALIA: Llevo aquí toda mi vida. Menos unos años en Bilbao cuando estudiaba Bellas Artes. La familia tira mucho. Estuve dudando durante un tiempo, pero al final me quedé.
N: ¿Y cómo llevas el embarazo?
NATALIA: Me siento muy pesada estos meses, está siendo un poco incómodo, además no duermo nada y eso, al cabo de los días y semanas, lo noto mucho. Estoy planteándome pedir antes la baja, no sé…
N: Otra niña, qué valiente, con la vida tan ajetreada que llevas.
NATALIA: Pues sí, al principio me daba pereza pero mi hija, que tiene seis años, me lo pidió tan convencida que, al final, me animé. Bueno, mi madre me ayuda mucho, aún es joven y con mucha energía.
H: Y qué ánimo para seguir con tu obra artística, con todas las obligaciones que tienes.
N: Es una característica muy asturiana, de mujer luchadora curada de espanto.
H: Lo sé muy bien, mi abuela era camisera y cosía camisas rojas en el 34. Me contaba cómo subían los camiones chorreando sangre del matadero al cementerio de Oviedo.
N: Hubo muertos en todos lados.
H: En unos más que en otros. Hay más de mil personas amontonadas en la fosa común, fuera de las tapias del cementerio, no se fuesen a contaminar.
N: No te pases, relaja.
H: Este tema no lo soporto. ¿Y por qué sólo hablan de la voladura de la Cámara Santa y no cuentan cómo el ejército destruyó Santa Cristina de Lena?
N: No seas tan político.
H: No, si esto no es política, es historia. La política es que me quite mi casa el banco después de haber pagado yo el pufo del banco y, encima, me echen a la calle.
N: Jolín, déjalo ya, estamos hablando de arte.
H: Natalia sabe que el arte es algo más que sonrisas y muecas.
N: Natalia, no le hagas caso, es que se calienta solo. Los fantasmas esos, que le vienen como reflujos.
H: Sí, mejor cambiamos de tema.
N: He visto que salen unas ilustraciones tuyas en un blog acompañando un texto teatral.
NATALIA: Sí, me hace mucha ilusión trabajar en Nuria y Héctor, y eso que ahora con el embarazo a veces no me da casi tiempo, pero me entusiasma. Los tres estamos muy contentos con el resultado, además lo vemos original y en formato blog queda estupendo. ¿Sabes que una amiga quiere grabarlo para la web y crear una serie de televisión?
N: ¡Vaya bien!, espero verlo pronto.
H: ¿Qué será de Ángel y Eugenia que no acaban de llegar?
NATALIA: ¿Sabéis que fueron ellos los que compusieron la pieza sonora con las grabaciones que yo hice durante las manifestaciones? Es el sonido del video de la exposición.
H: Sí, algo nos habían comentado y además vaya guapos que son los vídeos que tienen ahí en la entrada, parece un homenaje a La ventana indiscreta.
NATALIA: Son buenísimos. Lo siento chicos pero me tengo que ir, ahora con el embarazo no me gusta conducir por la noche, y se hace tarde. 
N: Normal, oye, quedamos encantados de conocerte. Hasta pronto y buena suerte con todo.
NATALIA: Gracias. Hasta luego. ¡A ver si no me llevó el coche la grúa!
N: Y nosotros, ¿qué hacemos?, ¿por qué no los llamas?
H: Es una pena, yo quería que nos explicasen un poco los vídeos estos de Private Lives. Voy a llamarlos.
H: Nada, que me dice Ángel que les paró la Guardia Civil en un control por La Felguera y que les han inmovilizado el coche.


«Millares de detenciones fueron hechas y los prisioneros, excepto los asesinados en el camino, fueron llevados a los cuarteles… Una vez allí, fueron sacados y fusilados en serie. Los legionarios y los moros habían liquidado ya, según su costumbre, a todos los prisioneros caídos en el momento de la lucha. Es imposible decir cuantos cayeron en las ejecuciones realizadas por los pelotones de la guardia civil».
Gerald Brenan, El laberinto español, Madrid, Globus, 1984, p. 309


NURIA Y HÉCTOR. EN LA CAMA

HÉCTOR: A veces pienso que no me quieres, que todo esto es una fantasía donde yo sólo soy una sombra. NURIA: ¿Y qué puede hacer el otro para sacarte esa idea suicida? H: Cuando estamos juntos, como ahora, no necesito pensar nada. N: Ya, dejas la mente en blanco sin necesidad de clases de yoga; eso está bien. Nadas a corriente de la nueva ideología oriental. H: Según pasan los días voy descubriendo las cosas, van surgiendo sentidos que estaban muertos. N: A veces, cuando dices esas cosas, me das miedo, como si estuvieras poseído por un cuerpo extraño. H: Tal vez tanto pensar me haya hecho idiota. N: No seas extremo, no estoy acostumbrada a que expresen los sentimientos con tanta solemnidad. H: ¿Piensas que solo estoy aquí para acostarme contigo? N: Tampoco es eso, no lo pienso, pero a veces eres tan rollito espiritual que me descolocas. H: Me gusta acariciarte detrás de las rodillas. N: Sí, me haces cosquillas. Son partes del cuerpo que tenía atrofiadas. H: ¿Crees que el sexo nos hace libres, o es una atadura más? Siempre pensando en si le gustará al otro o si llegaré al orgasmo. N: Nos hace dependientes, y eso incluso hablando de una trayectoria sexual satisfactoria. H: Y toda esa gente que renuncia o niega la sexualidad, ¿Qué la ve como algo pecaminoso? Ahora con la cantidad de información que existe es increíble que aún no sea algo positivo. N: Pero falta el sentimiento, la sinceridad, todas esas propuestas que aparecen en los libros de psicología y que creemos que cumplimos a la perfección. H: ¿Te das cuenta de lo importante que eres para mi y que no cambiaria este instante por ninguna otra cosa? N: Pero ocurre que nos autoengañamos, sí, lo creo, los hombres y también las mujeres. El autoengaño es algo cotidiano. H: Cómo me gusta que me acaricies así, despacio. N: El origen está en la infancia, en un conflicto edípico no resuelto. H: Muchas veces tengo miedo, pero a tu lado me siento distinto. N: Lo llaman miedo al perder el confort materno, he leído algo y en el origen de todo, por lo visto, está el pensamiento freudiano, ¡qué sería de nosotros sin Freud! H: ¿Crees que saldremos de esta, crees que encontraremos un sitio? N: Es el miedo al poder fálico lo que a ti te pasa. H: Ya sé que mañana sonará el despertador, pero ahora es como si estuviese en la cima del mundo. N: Yo creo que en este tema, en el sexo, la mayoría está tratando de adoptar la posición del héroe; pero todo son ansiedades. H: Todas esas caricias me están despertando. N: Sabes que una cosa es leer a Freud y otra a Lacan porque tenían opiniones distintas respecto a la fase edípica. H: ¿Crees que todo esto es sólo química? ¿No crees que existe algo más, que la sensación que tengo cuando estoy a tu lado es algo más que endorfinas? N: Aunque el conflicto, como tal, aparece cuando interviene la figura del padre; es el miedo a la castración. H: Deja, no digas nada (Pablo Abraira). N: En el festival de Sundance se acaban de estrenar un montón de películas que hablan de sexo. Yo creo que es por la crisis, nos hace reflexionar sobre nuestras relaciones íntimas. H: Es difícil hablar de sentimientos, a mi me pasa. N: A mi ya no tanto como antes. Al final, a todos nos preocupa lo mismo. El sexo también: es universal. H: Pero casi no hablamos de sexo. N. Ya, y mira que lo intento contigo. No sé qué te pasa. H. Es que me siento como si hiciera terapia. N. Lo que te falta es soltarte H: ¿Soltarme el qué? N: Me refiero a la naturalidad. Pensar que lo que a ti te ocurre, lo que tú piensas, lo están pensando miles de personas al mismo tiempo. H: Así que crees que todo el mundo está pensando, por ejemplo, en el sexo anal. N: ¿Estás pensando en eso ahora?  H: Sí. Leí El País, hoy por la mañana, y salía una escritora australiana que estrena su obra en el Centro Dramático Nacional y “cuenta cómo, a pesar de su ateísmo, encontró a Dios en el mismo momento en que fue sodomizada por primera vez”. N: Pues ayer echaron El informe Kinsey por la tele y explicaba el desconocimiento de lo que era el sexo en América. ¿Te imaginas lo que era el sexo en los 50 en España? H: Balarrasa. N: ¿No habláis entre los hombres? H: ¿De qué? N: ¿Qué decís cuando habláis de sexo? H: De las tías con las que nos acostamos, nada de descripciones, sólo números enteros, sin decimales. N: Nosotras, cuando nos juntamos, siempre hay alguna que da vidilla a la reunión contándonos cómo su nuevo novio la desnuda en la cocina mientras miran a través del horno si está lista la pizza. H: ¿No habláis de prácticas sexuales? N: Hablamos de satisfacción sexual y no nos cortamos un pelo. H: ¿Y qué es lo que se lleva ahora? N: De todo, lo que se lleva es lo que ambos quieran, sobre todo entre parejas que se han unido recientemente. Luego están las desparejadas que buscan y encuentran muy poco, la verdad, o se llevan un chasco absoluto cuando lo hacen una de esas noches locas. El otro día una amiga me dijo que tenía tantas ganas que no le importó que el tío estuviera tan borracho que al final, no pudo. H: ¿Y hablas por ahí de nuestras relaciones sexuales? N: Sí, claro. De cómo lo pasamos, de la frecuencia, de cómo cambian las necesidades. Una amiga me contó que había que ser abiertos y permitir a tu novio hacerlo con otras mujeres, que no deberíamos ser egoístas. H: Tienes que presentarme a tu amiga. N: Hay como una autonegación a lo que no es habitual. H: ¿Cómo al fetichismo? N: También puede ser, pero lo importante es la comunicación, ese sigue siendo el caballo de batalla de la sexualidad también hoy. H: ¿La comunicación qué es, por el uso de la lengua? N: Yo creo que es un síntoma más del miedo ancestral a decir lo que nos gusta, a revelar nuestras fantasías y miedos, y ya es hora de que nos demos cuenta de que todo, también el sexo, es global. H: Como los hijos, ¿acaso son ellos la razón del sexo? o ¿lo es el pecado original? N: ¿Por qué los tíos jamás habláis de sexo entre vosotros, solo de a cuántas os tirasteis? H: Es que somos unos caballeros. ¿Cuántas veces puedes hacerlo en una noche? ¿Crees que podríamos intentarlo hoy? N: No es una competición. Nunca me planteo el sexo como si fueran encuestas. H: Sería como Encuentros en la tercera fase. N: Prefiero la calidad, ya lo sabes. H: Pero primero tienes que quitarte el corpiño ese, que me rasca. N: Venga me lo quito. Ahora vuelve la moda de las fajas, como si no estuviéramos bastante constreñidas. H: Es un revival, no lo pueden evitar, si hasta quieren volver a poner la Casa de fieras en el Retiro. N: Entonces tendremos una involución también en el sexo. H: O sea: tú debajo, mujer. N: Sí, y mirando la hora, como Amélie, eso es genial. H: ¿Qué es, algo típico femenino? Y la noche sigue entre lentas palabras y rincones de oscuridad. El tiempo perdido se refleja por debajo de la puerta queriendo entrar en la habitación, peleándose con los sueños que, todavía vírgenes, intentan ocupar el espacio de un futuro incierto.


NURIA Y HÉCTOR. DETRÁS DE  LA VERDAD

 —No se me ocurre nada, no sé sobre qué vamos a escribir esta vez.
—Natalia me ha dicho que nos va a mandar unas fotos en la barra de un bar.
—Eso ya me lo has dicho, pero ¿de qué vamos a hablar?
—Podemos hacerlo sobre lo mal que está todo, de lo difícil que es llegar a fin de mes, de los embargos.
—Estoy harto de política, creo que deberíamos hablar de los personajes, de sus problemas personales.
—Pero ¿es que acaso no son problemas el que no les alcance el dinero, que tengan sus empleos en el aire?
—Sí, aunque los periódicos y las radios ya nos saturan con la crisis, hay que buscar algo distinto.
—Podemos hablar del meteorito, de que ya no estamos siquiera seguros de que el cielo no se desplome sobre nuestras cabezas.
NURIA: Me gustan los bares donde no te conocen, donde hablas sin preguntar nombres ni apellidos. Donde das tu opinión y listo.
HÉCTOR: También me gustan los bares donde todo el mundo se conoce, que estás como en casa y hasta puedes ir en zapatillas.
N: Demasiada confianza, necesito intimidad. ¿A quién esperamos porque está claro que esperamos a alguien, no?
H: Dijeron que pasarían por aquí, pero no sé, es tarde
N: Mejor nos vamos ya.
H: Vamos a esperar veinte minutos más y nos vamos.  
N: Se hacen de rogar.
H: Todos nos hacemos de rogar, no seas impaciente.
N: No si a mi me da igual, mientras puedo leer una revista de tendencias. Todos los periódicos hablan de lo mismo.
H: ¿Qué es lo que dicen hoy?
N: ¿Te imaginas cómo fue la primera glaciación, cómo desapareció el Imperio romano? ¿Crees que todo esto es la antesala del fin?
H: ¿Del fin?, por favor no seas apocalíptica.
N: ¿Y si mañana nos cayera un meteorito?
H: Estás un poco nerviosa. Ya sé que no es fácil, pero no tiene sentido pensar en fatalidades.
N: No ves que trato de pensar qué pasaría si me echaran del trabajo; qué haría, adónde iría, tendría que volver a empezar desde cero.
H: Haríamos como los colonos, buscar nuevos territorios más allá de los mares.
N: Nadie nos ha enseñado a empezar de cero.
H: Es como cuando borras con una goma un esquema que no sirve.
N: Estás intentando ser positivo, ¿es eso?
H: Estoy intentando mantener la cabeza serena, ¿qué sentido tiene derrumbarse?
N: Te das cuenta, estamos ocupando los puestos de los de treinta y ahora tendríamos que estar viviendo sin preocupaciones por el dinero, sin agobios.
H: Ahora lo llaman eufemísticamente reciclarse.
N: ¿Reciclarse? lo que pasa es que sobramos. 
H: Mira qué tranquilidad, aquí en la costa parece que no pasa nada.
N: Mañana vendrán más gaviotas y se posarán en el mismo sitio.
H: Pero el mar estará distinto, como el río de Heráclito, eso lo cambia todo.
N: Cambia el escenario pero nosotros seguimos con la incertidumbre.
H: Estás muy negativa hoy.
N: ¿Crees que podemos estar seguros de algo? no sé siquiera si me despedirán mañana, hasta nos puede caer un meteorito encima.
H: No seas exagerada, la tierra va a seguir girando.
N: Díselo a los de Chernóbil, o a los que se envenenan con pastillas antes de que los echen a la calle.
H: Siempre fue así, siempre hubo ricos, ladrones y pobres. La tristeza es ver cómo han destruido la educación para tener al país en sus manos.
N: Como cierre la clínica no sé que será de nosotros.
H: Pues yo que estoy de interino, no quiero ni pensarlo.
N: Tanto trabajar para esto. 
H: No te agobies, piensa en otra cosa.
N: Vamos a construir un castillo de arena, algo sencillo
H: Vamos a tomar algo, ¿qué te apetece?
N: Una tónica, no me gusta el alcohol.
H: Pues es una medicina mágica.
N: De magia negra: Días de vino y rosas.
H: Es lo único que funciona en España, los bares. 
N: Sí, pero a costa del trabajo esclavo de los camareros: de sol a sol.
H: Sol y toros, bares y fútbol; eso es España.
N: Pásame el periódico, anda, que me aburro.
H: Podrías hacerme un poco de caso.
N: Mientras tú miras el partido, yo prefiero leer la prensa, a ver qué escándalo toca.
H: ¿Qué vamos a hacer hoy, te apetece comer fuera y luego vamos al cine?
N: No te enteras, estamos en crisis y no se puede gastar. Comemos en casa y luego vemos una película en la tele.
H: Ya, ya lo sé, pero es que a veces te dan ganas de actuar como si no existiesen los problemas, sobre todo cuando no eres tú el que los crea.
N: Además acuérdate que hemos quedado para cenar con Rosa y Jaime.
H: No sé, puede que no quiera ir, que me de pereza. Ese rollo de las cenas de pareja…
N: Ya, tragar las gambas y 
mancharte la camisa de mahonesa.
Mirar si colocan los codos sobre la mesa,
o no.
Si saben secarse bien la boca con la servilleta,
si vienen arreglados
o han tenido un mal día;
un día de esos —como últimamente tenemos todos—
donde te avergüenzas de haber nacido en este país
¿No te pasa?
que miras el telediario, o
lees la prensa
y piensas
¿es aquí donde nací?
No puede ser verdad.
Me asquea, 
y luego
por la radio 
dan consejos
para animarte:
venga, piense en sus hijos,
en su futuro: 
¡hay que levantar el país!
Yo qué sé.
H: Prefiero ver partidos en el bar y no tener que aguantar al novio de tu amiga y sus modales, su egoísmo y la dominación a que la tiene sometida.
No sé por qué
pero a veces no me apetece ver a nadie,
aunque sea viernes
y haya que estar alegre
porque sí.
En el fondo salimos de la fábrica
igual que en la revolución industrial
y necesitamos socializar
con el prójimo
para no caer en un monótono 
fin de semana. 
Yo no quiero ver a nadie,
no lo digo deprimido
lo digo riendo,
lo digo feliz.
No quiero mancharme la camisa
con una salsa de esas tártaras,
ni tener que pasarme la noche
contando anécdotas de la semana:
no tengo anécdotas,
ya no.
Ya no tengo ganas de contar.

Y yo, no quedé en nada.
N: Pero te lo comenté.
H: Pero si él te cae peor que a mi, además luego te quejas de que se pasó la cena mirándote el escote.
N: Lo hago por ella, quiero sacarla de esa relación.
H: ¿Qué la vas a salvar?, ¿no crees que ya es grande para cuidarse sola? 
N: Creo que sólo está con él por el sexo, hacía mucho que no tenía una relación continuada y lo necesita.
H: Entonces para qué vamos a ir a cenar, mejor una cama redonda.
N: No te pases. A veces es sólo eso y ya está.
H: Pensé que este rollo de las cenas de parejas no tenían que ver con nosotros, que lo nuestro era distinto y que ya estábamos de vuelta de estos tópicos. Las cenas de parejas es de lo peor.
N: ¿Y qué quieres, que nos miremos el ombligo?, me gusta el intercambio de opiniones. Es muy básico lo de llegar a casa con ese sabor de que eres mejor, eso sube el ego.
H: Pues yo no me comparo con nadie, prefiero hablar con los parroquianos.
N: Sabes perfectamente que en el bar eres superior a todos porque ganas en las conversaciones más triviales y quieres ganar en todos los modelos.
H: ¿Qué has dicho, triviales o tribales?
¿Y Rosa por qué se separó de Toño si era muy simpático?
N: Porque le ponía los cuernos y luego le contaba que hacía horas extras. Se dejó engañar varias veces pero a la cuarta o quinta ya no aguanto más.
H: Y ahora ella se resarce inmolándose con un macho de manual. No hay quien os entienda.
N: Tampoco entiendo yo qué veis en veinte tíos persiguiéndose por el pasto, o por qué os quedáis alelados cada vez que os sonríe una rubia.
H: Jamás dejamos de parecer un dúo extraño.
N: Detrás de la verdad…

La discusión se tornó en lanzas y el ruido de la televisión y las máquinas tragaperras nos impidió oír las palabras que se dijeron, a fin de cuentas se querían y todas aquellas cosas aún no tenían importancia. El tiempo salpicaría las vidas, pero no sería en esta historia, todavía quedaba mucho trecho por recorrer.


NURIA Y HÉCTOR. LA NIEVE




NURIA: ¿Tienes frío, si quieres te dejo mi cazadora?


HÉCTOR: No, deja. Mira que no traer abrigo.

N: Ya, quién iba a decir que nos iba a caer esta nevada.

H: Una nevada en abril, después de estar a 17 grados la semana pasada.

N: El cambio climático se nos atraganta. Parece el fin del mundo; desaparecemos como civilización.

H: Desaparecemos antes que el euro.

N: Imagínate que fuera cierto que alguien nos dijera que nos quedan dos días, sé que es muy cinematográfico pero ¿qué harías, adónde irías? 

H: No sé, probablemente no me movería de aquí. Iría al bar ese donde hay una máquina de música y metería monedas sin parar.

N: Entonces como colofón te daría por cantar.

H: Por correr seguro que no. ¿Tú, qué harías?

N: Ya que estoy aquí en la carretera empezaría a caminar hacia allá, sin dirección, como los esquimales. Me alejaría para verlo todo desde más lejos.

H: ¿Me dejarías aquí solo?

N: ¿No ibas a quedarte en el bar con el jukebox? O mejor podías escribir ¿por qué no escribes una carta de despedida?

H: ¿Y a quién iría dirigida? 

N: Una carta de amor dirigida a una amada anónima, a todas las mujeres del mundo en plan amor global.

H: La redacto gratis, entonces.

N: Es algo voluntario, sin contrapartida, como el amor. Un acto romántico para un momento crítico y sublime. Como aquella carta que me escribiste en ese tono en plan vida o muerte, algo que sea demodé, como el amor cortés. Y vas y la dejas en una botella.

H: ¿Y eso tiene sentido?

N: Claro, es la respuesta a nuestra época de incertidumbre y desconfianza. Vas y te despides con una carta, toma ya.

H: A ver cómo lo ves así:

No sé qué piensas, no sé qué quieres ¿Por qué estás conmigo? ¿Acaso soy la última esperanza? Ya sé que es absurdo pero yo te quiero, creo en el amor, no quiero que estés conmigo por utilidad, por relleno. Dime que me quieres, no hagas que sufra (otra vez) otra vez. 

Ahora te busco, te busco contra ti, en ti, dentro de ti, absolutamente dentro de ti.

No puedes creer que te amo, porque da la risa, ya lo se…

Pero yo… yo siento profundo, inspiro y trago tu nombre (Hey) Sólo pienso en ti. 

Puedes pensar que en la noche solo rebusco entre los recuerdos tu imagen, tu voz, tu cuerpo desnudo.

No sientes esta sensación, este estar bien, este dar…

N: Genial, si llega a leerla alguien, alucina, es tan anacrónica.

H: ¿Tú crees en el amor, crees que puede existir el amor en este tiempo?

N: Pareces un personaje de La rodilla de Clara

H: Sí o no.

N: No sé qué contestar, no me dejas muchas alternativas.

Es tonto seguir pensando en ti, o pensar en nosotros. El tiempo ahora es como el microondas calentando la leche: no hay tiempo. Una película casi dura tanto como un curso del instituto.

H: Y un beso es un año de vida. ¿Piensas que una pareja es como un yogurt bio para hacer tu vida más saludable? 

N: Ya no podemos pensar en nada de eso, ya hemos empezado a construir.

H: El amor salva al mundo, eso dicen los evangelistas en sus furgonetas blancas.

N: Hay muchos tipos de amor. Anda, escribe la carta esa, dale al género epistolar, ya verás en qué se quedan los whatsup.

H: ¿Qué le dice un chico a una chica de 17 años, crees que hablan de amor?

N: No creo que sean tan románticos, no hablarán de promesas ni de cosas de esas.

H: Es que hoy qué van a prometer, las palabras se las lleva el viento y más las del twitter.

N: Se prometen en el viaje de estudios y luego, cuando el autobús dobla la esquina de la parada, ya, ni se conocen, eso sí que es un avance.

H: ¿Hablas de ellas o de ellos?

N: De todos. 

H: ¿Y tú me seguirás queriendo igual, sin dinero?

N: Te querría con incisos, a trompicones.

H: Como cuando te encuentras tropezones en la sopa de marisco.

N: Es una prueba dura, lo es.

H: Pues es que ayer me despidieron.

N: ¡Qué me dices!

H: Me llegó la carta del despido. A los interinos no nos van a pagar durante el verano, ya somos menos que nada.

N: Tranquilo, lo teníamos hablado, ya lo suponíamos.

H: Sí, pero del dicho al trecho… No es lo mismo suponer que ver como no entra el dinero en la cuenta. Las facturas van a seguir llegando.

N: Ya sabes, no es más rico el que más, sino el que menos…

H: Y Dios proveerá, no te jode. Tenemos que empezar a recortar gastos.

N: Pues no sé de qué, si no gastamos nada.

H: De ahora en adelante, nada de cine y nada de viajes, y nada de cenas con amigos, y nada de ir a la peluquería; el pelo te lo corto yo, y… me voy a dejar melena.

N: Y nada de vino para comer y nada de comprar libros, y olvídate del periódico de los domingos. Y te dejas barba, que las cuchillas son muy caras.

H: Nos hemos convertido en la auténtica Generación beat, somos como el escarabajo de La metamorfosis, nos despertamos y nos caemos al suelo patitas arriba y no sabemos cómo darnos la vuelta.

N: Nos falta un cantautor que nos sirva de referencia.

H: Sí, pero que tenga 40 años como máximo.

N: Y que viva en una vivienda de protección.

H: O en casa de sus padres.

N: Hacen falta más Violadores del verso y que toquen en las escuelas concertadas.

H: No sé si el paro llegará a dos años, y después qué.

N: Tal vez se acabe el mundo, anda, escribe una frase de esas, de esas de amor, en plan epitafio.

H: No estoy para historias de amor. Recuerdo una vieja pintada en el muro de una fábrica: El odio nos hará libres.



NURIA Y HÉCTOR. PORQUE TE VAS



Exterior día, ¿o es interior día? ¿Por qué están dentro del parking a punto de coger el coche? Héctor parece alterado, camina con gestos enérgicos y mantiene un rostro muy serio. Nuria está más relajada, camina a su lado e intenta sonreír.
NURIA: Deja, conduzco yo.

HÉCTOR: No hay prisa, vamos con tiempo.

N: ¿Allí quién te espera?

H: Nadie, voy en autobús hasta el pueblo.

N: Pero tienes que esperar mucho. 

H: Leo el periódico, yo qué sé.

N: ¿Tu madre está en casa?

H: No, creo que está con una prima hasta que yo llegue.

N: ¿Y tu hermana?

H: Ya sabes que mi hermana está fuera y no puede venir.

N: Pues no sé por qué, bien que viene por Navidades a recoger el aguinaldo.

H: Porque es fiesta en todos lados, atiende: no hay otra solución, tengo que ir yo, además ya se han acabado las clases y tal vez no tenga que volver.

N: Yo iría contigo, pero ahora no puedo, tal vez para el otro fin de semana. ¿Qué vas a hacer allí, lo sabes? 

H: Pues lo primero es llevar la casa rural, mi madre con la escayola estará unos tres meses sin poder hacer nada.

N: ¿Y como va a aguantar el negocio? Tendrá que cerrar.

H: Bueno ahora lo que hay que ver es como está ella y ya iremos arreglando las cosas.

N: ¿Pero hay gente ahora en el hotel?

H: Sé que tenía dos habitaciones alquiladas, menos mal que ya pasó el puente.

N: ¿Pero qué hacia tu madre subida a un tractor?

H: En el campo se hace de todo.

N: ¿Tú sabes llevar el hotel? 

H: Sí, claro que sé hacerlo, aunque no me apetece cambiar las sábanas de otros. Ella daba desayunos y además tenía gallinas.

N: ¿Cuánto tiempo vas a estar allí? 

H: Ni idea, ya sabes cómo son estas caídas, el asunto es que tal y como están las cosas el hotel no se puede cerrar. No nos lo podemos permitir.

N: Si claro, es una faena pero creo que es lo mejor.

H: ¿Tú, qué harás?, ¿quién te va a hacer ahora la comida?

N: Como por ahí, eso no es problema.

H: El problema es quién va a atender a mi madre, tendré que darle de comer, fregar y demás gaitas; pero lo que me preocupa es tener que limpiarla y moverla en la cama y todo eso. Tengo que encontrar a alguien, yo no estoy preparado.

N: El problema es que hay que pagarlo. 

H: El hotel funciona bien, por ahora.

N: Pues dedícate al hostal y contrata a alguien que esté pendiente de ella.

H: Parece que todo se pone en contra últimamente, ¿será por la bondad?

N: ¿Qué bondad? 

H: La que estamos acostumbrados a ofrecer a los demás. Cuanto más das menos recibes.

N: Me gustaría que nada me afectara. En algunas situaciones lo mejor es dejarse llevar.

H: Y dejar que a tu alrededor todo se convierta en un caos.

N: ¿Es que crees que solo tú puedes arreglar las cosas?, ese es tu problema, que te crees imprescindible.

H: Vamos a ver, si yo no voy a cuidar a mi madre y de paso a llevar el hotel, nadie lo va a hacer.

N: No sé por qué nos creemos imprescindibles, es un problema nuestro.

H: ¿Generacional, a eso te refieres?

N: No, nuestro. Pensamos que sin nosotros no funciona nada.  

H: Y ahora qué pasará con nosotros…

N: Pues nos dedicaremos por un tiempo a cuidar de los demás, es lo que toca. 

H: Es lo que siempre nos ha tocado. ¿Y quién cuidará de nosotros?

N: Nadie, hay que asumirlo; ni la familia ni el estado. Como tú dices nos gasearán, somos un estorbo.

H: Todo se reduce a complacer a los demás.

N: No seas tremendista, hoy por ti mañana por mi, y madre no hay más que una; además te acabas de quedar sin trabajo.

H: Ves, no hay mal que por bien no venga, mientras haya salud… Si al final tengo una suerte bárbara.

N: Tal vez haya que plantearse las cosas de otro modo.

H: ¿Hablas de nosotros, de nuestra relación?

N: No, la vida entera. Yo que sé… Que pocas veces en realidad eres libre. Tiene que ver con algo más existencial.

H: Qué puede ser más existencial que lo que siento por ti, acaso crees que te quiero para mandarte mensajitos y echar un polvo de vez en cuando.
Si la cosa se alarga, ¿vendrás?

N: Mejor pensar en los dos próximos meses, no podemos mirar más allá.

H: Ya, es verdad, hay que ser realista, es lo que hay. Una madre de 76 con la cadera rota y una casa rural que atender. Yo en paro y a 500 km de distancia: precioso.

N: No tiene sentido enfadarse, te acompaño, ¿lo llevas todo?

H: Mejor voy sin nada, así, ligero de equipaje.

N: No pienses que la distancia es una prueba, nosotros ya la hemos pasado.

H: No es una prueba, es una puñalada.

N: No digas eso, dentro de quince días voy a verte.

H: Así que dos semanas sin vernos.

N: Tengo que trabajar.

H: ¿Y si me tengo que quedar todo el verano, qué hacemos?

N: No sé, ya pensaremos algo. Esto es inmediato.

H: Tú a Boston y yo a California, qué bien lo vamos a pasar, al fin tendrás todo el tiempo para ti.

N: Sí, me iré de fin de semana. Anda, no digas bobadas.

H: Ya llegamos, mira a ver si hay sitio en el parking.

N: No, antes doy una vuelta a la manzana a ver si hay un sitio libre, que cuesta carísimo.

H: Todavía no entiendo por qué la llaman Estación Sur si va al norte.

N: Un vestigio del pasado, son así de cómicos.

H: Pues hacen tanta gracia como Martínez Soria y Rajoy juntos.

N: Antes sí que era un cutrerío de estación.

H: Ya, ahora los pobres son más elegantes, se ve que tienen estudios.

N: ¿Llevas algo para leer?

H: Las Putas asesinas, haber si se me pega algo.

N: No te veo de puta, y tampoco de asesina.

H: No coño, de escritor.

N: Te acompaño hasta el bus y espero a que metas la maleta.

H: ¿Cuánto me vas a echar de menos?

N: Bastante más de lo que crees.

H: Sí, seguro que ahora aprovechas para irte con las amigotas y ponernos a parir.

N: Ya, eso es lo típico pero no en este caso, voy a subir al teleférico de la Casa de Campo.

H: No se me ocurre nada más emocionante, casi es peor que echarles de comer a las gallinas.

N: Hablando de gallinas, ¿hablaste con tu hermana?

H: No, cuando llegue al pueblo la llamo.

N: ¿Sabe que cayó tu madre?

H: Yo no se lo dije. 

N: ¿Y por qué no? No crees que ya está bien… los reyes son los padres, ¿no?

H: ¿Y cuando fue la última vez que fue tu hermano a ver a tu madre? Por mucho que quieras las cosas son como son.

N: Pero mi familia no tiene a una tía loca encerrada en una cuadra.

H: No, lo que tiene es a un padre que se fugó con todo el dinero de tu madre.

Cría Cuervos…


No hay comentarios:

Publicar un comentario